Ayuntamiento, Mancomunidad y Diputación han hecho posible un proyecto “para cerrar heridas en defensa de una democracia plena”, en palabras del alcalde. Los restos han sido inhumados ante familiares y vecinos.
Después de las tres campañas de exhumación de las hasta 19 fosas comunes aparecidas en el cementerio viejo de Benamahoma, en las que se lograron recuperar los restos de hasta 68 represaliados por el franquismo, la tarde de ayer se reparó esta herida con la inhumación de estos restos. El acto de reapertura del Parque de la Memoria de Benamahoma sumó a varias decenas de familiares y vecinos de Benamahoma y otros municipios.
Fue en el verano de 1936, tras el golpe de Estado, cuando las tropas sublevadas contra la Segunda República, los miembros de la centuria falangista Los Leones de Rota, con Fernando Zamacola al frente, y el responsable del puesto de la Guardia Civil, convirtieron este enclave en un lugar de ejecución donde fueron fusilados no sólo paisanos de Benamahoma o de Grazalema, sino también vecinos que habían sido detenidos en poblaciones limítrofes de Prado del Rey, Villamartín o El Bosque.
El acto celebrado la tarde de ayer, que “convierte este lugar en un espacio para la memoria, la reflexión y el recuerdo, para honrar a quienes aquí perdieron la vida, pero también para poner al servicio de nuestros vecinos y visitantes un nuevo espacio público”, intervinieron el alcalde de Grazalema y presidente de la Mancomunidad de la Sierra de Cádiz, Carlos Javier García; la alcaldesa pedánea en Benamahoma, Mamen Fernández; la vicepresidenta y responsable de Memoria Democrática en la Mancomunidad, Ana Medina; Eli González, vecina huertera y representante de familiares de víctimas, AFACO; el periodista David Doña, en representación del Servicio de Memoria Histórica y Democrática de Diputación, así como el ex alcalde de El Bosque, Antonio Ramírez.
Entre el público congregado en esta apertura del Parque de la Memoria escuchó las intervenciones María Carretero Jiménez, bosqueña de 93 años, una de las tres hijas de Fernando Carretero, cuyos restos ayer fueron inhumados; junto a María también participaba en este acto Ana Zapata Casanova, de 90 años, vecina de Villamartín, cuyos padres, Juana y Manuel, también fueron ejecutados siendo ella muy niña. Ambas participaron en el entierro de las cajas en que han quedado ordenados y clasificados los restos óseos recuperados de las fosas comunes. En el acto intervinieron además las huerteras Sara Díaz y Nur Ramírez, con un emotivo epílogo musical para la ceremonia.
Los restos quedaron en los nichos construidos en el parque, todos localizados pendientes aún de los análisis de identificación encargados a la Universidad de Granada, en la búsqueda de la concordancia genética con los familiares a los que se tomaron muestras de ADN. En el depósito de las diferentes cajas participaron familiares de víctimas, vecinos de la Sierra y representantes de entidades memorialistas. En este proceso ha intervenido Jesús Román, coordinador del equipo científico que localizó las 19 fosas, individualizó los restos de cada persona, resolvió el estudio antropológico de cada víctima y tomó las muestras de saliva de los posibles familiares para que, en el laboratorio de identificación, se verifique si hay concordancia genética. Junto a Román también participaba, en esta fase final de un largo proceso, Antonio Domínguez, miembro de un equipo científico en el que también se incluyen Juan Manuel Guijo, Raquel Lacalle y Antonio Ortega. Jesús Román tuvo palabras de recuerdo hacia Carlos Perales, responsable técnico del Servicio de Memoria de Diputación hasta su fallecimiento en 2018, por su impulso decisivo en la búsqueda de las personas represaliadas de la Sierra.
El alcalde, por su parte, señaló “cómo el Ayuntamiento de Grazalema ha sido un claro defensor de las políticas de memoria desde que en la primera legislatura democrática, valientemente, se borraran de las calles de nuestro municipio cualquier alusión a la dictadura”. Recordó el proceso para exhumar los restos de la fosa de las mujeres; los intentos para limpiar de fosas comunes el municipio con distintas excavaciones que, “aunque sin éxito, han evidenciado el claro compromiso con la verdad, la justicia y la reparación”. Y significó las campañas de exhumación en el parque de la Memoria, tres entre los años 2017 y 2019, que han posibilitado cerrar esta herida. “No se entiende que haya quien, en nuestros días, no vea necesidad en reparar y sanar estas heridas. Sentarse junto a cualquier familiar evidencia la necesidad”, dijo.
Entre las 68 personas recuperadas de las fosas de Benamahoma hay, al menos, tres mujeres. La mayor parte de las víctimas se sitúan entre los 30 y 45 años de edad. Uno de los restos se corresponde con un adolescente, de unos 16 años, y otras cinco osamentas son de jóvenes que apenas superan la veintena.
La Diputación de Cádiz ha financiado las intervenciones que propiciaron la localización de las fosas, la recuperación y el estudio antropológico de los restos, también ha contribuido a la creación del nuevo Parque de la Memoria. A través de dos convenios suscritos por la presidenta, Almudena Martínez, y el alcalde de Grazalema, Carlos Javier García, la institución provincial ha destinado a este fin 37.500 euros. Mancomunidad ha aportado, en dos anualidades, unos 7.000 euros a estas tareas. Con esta cobertura económica se ha creado un espacio donde se recuerda a las víctimas, se cuenta lo que sucedió a través de paneles explicativos y se indican los lugares donde estaban los enterramientos.
El Parque comprende un camino de tierra, con flores y plantas, bancos revestidos de piedra y un renovado emplazamiento donde destaca el conjunto escultórico creado hace ahora 10 año y que agrupa varias estelas o siluetas de personas.
Hace casi 90 años Benamahoma, Las Huertas, fue un lugar de ejecución. Los detenidos eran fusilados en el muro que delimita la plaza de toros y la Iglesia de San Antonio. Los cadáveres eran transportados, por delante de la sede parroquial, hasta el contiguo cementerio y arrojados en fosas comunes. Cuando años más tarde se abrió el nuevo cementerio se trasladaron las tumbas y los nichos, pero las fosas quedaron bajo tierra.